Vivir con dolor crónico no solo afecta el cuerpo. Lo sé porque lo vivo. Afecta la mente, el ánimo, las relaciones, los sueños… y hasta las ganas de seguir. Hay días en que el dolor no se ve, pero pesa. Y somos muchas las que aprendemos a sonreír con el cuerpo cansado y el corazón cargado.
Vivir con dolor crónico: cuando el cansancio es más que físico
El dolor diario desgasta en silencio. No solo duele el cuerpo: duelen la constancia, la paciencia, la incertidumbre. A mí me llegan pensamientos como:
¿Así será mi vida ahora?
¿Hasta cuándo?
¿Por qué a mí?
Y aunque casi nadie lo dice en voz alta, también aparece ese miedo de perderse una misma en medio del dolor. Aceptar que estoy cansada no es rendirme.
Es reconocer que soy humana. Pero no es fácil. Porque muchas veces pensamos en los demás, en lo que estarán pensando de nosotras: Si me estoy inventando el dolor, Si es por pereza, entre otras cosas. Es incómodo hablar de dolor, es incómodo sentirse con dolor.
Cómo sigo adelante cuando el dolor no se va
Seguir adelante con dolor no siempre es avanzar con fuerza.
A veces es solo no retroceder. Para mí, seguir adelante es:
- Levantarme aunque no tenga energía
- Cumplir lo básico sin exigirme perfección
- Respirar profundo cuando todo duele
No se trata de ser fuerte todo el tiempo, sino de no soltarme a mí misma, aunque muchas veces quiera hacerlo todo sola.
Dolor físico y dolor emocional: una carga doble
El dolor físico casi siempre viene acompañado de algo más
profundo: frustración, tristeza, miedo, culpa, ansiedad. Porque el dolor no
solo interrumpe el cuerpo, también interrumpe planes, rutinas, sueños y hasta
relaciones. Por eso entendí que no basta con “aguantarse”. También hay que
hablar lo que pesa por dentro. Aunque cueste expresarlo y aceptarlo.
Pequeñas acciones que me ayudan a no perder las ganas de vivir
Cuando el dolor es constante, ya no pienso en grandes metas.
Pienso en pequeños motivos diarios:
- Un momento de descanso
- La música: para mí es una terapia silenciosa. Me acompaña, me sostiene, me conecta conmigo. Hay canciones que me levantan cuando estoy en el suelo y otras que me permiten llorar lo que no sé decir. La música puede subirme el ánimo o bajarlo, pero siempre me ayuda a sentir, a soltar, a respirar distinto. "A veces no necesito consejos, solo una canción que me abrace"
- Un pensamiento amable conmigo
- Hacer algo que me guste mucho
- Un día sin exigencias imposibles
Cuando vivir duele, pero rendirse no es opción
Seguir cuando estamos cansadas no es debilidad, es una de las formas más puras de valentía, es levantarse con el cuerpo pesado y el alma en silencio, es sonreír aunque por dentro todo tiemble, es cumplir lo básico cuando ya no hay fuerzas para más.
Permanecer cuando todo pesa es una decisión diaria que casi nadie ve, es elegir no rendirse aunque no haya aplausos, aunque nadie entienda la lucha que se libra por dentro, es quedarse incluso cuando irse parece más fácil.
No es la que se ve desde afuera. es la de todos los días. La de levantarse aunque duela, la de cumplir aunque cueste, la de seguir aunque por dentro estés rota, esa que nadie aplaude, pero que te mantiene de pie, la que solo entiende quien ha tenido que aprender a vivir así.
Vivir con dolor no me quita el derecho a la alegría
Tal vez mi vida no es como la soñé. Tal vez mi cuerpo no responde como antes. Tal vez hay cosas que cambian para siempre. Pero aun así, mi vida sigue teniendo valor. Aun así, yo sigo importando. Aun así, puedo volver a sentir ganas de vivir… incluso distinto.
Si hoy estás buscando cómo vivir con dolor crónico, cómo no perder las ganas de vivir o cómo seguir adelante cuando todo duele, quiero que sepas que no estás sola. Este camino es difícil, pero no imposible. La vida sigue teniendo algo para ti, incluso en medio del dolor.
Si quieres conocer más a fondo cómo es vivir con dolor
crónico desde mi propia historia, te invito a leer Vivir con dolor crónico: mihistoria con endometriosis y dolor lumbar.

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